Elena, es el alma de esta pequeña y acogedora casa rural, el Mirador de Eloisa, situada en Rodezno, un pequeño pueblo de La Rioja Alta. El respeto y cariño a sus raíces se respira en cada rincón del número 10 de la calle Carramolinos, donde sus bisabuelos, Celestino y Frutosa, vivieron hasta edad longeva. Una casita labriega con amplias terrazas que, con mucho mimo, Elena ha adaptado para hospedar a clientes que buscan tranquilidad y descanso en un ambiente cálido, cómodo y familiar.
Desde Rodezno, de apenas 300 habitantes, se puede contemplar la Sierra de Cantabria en toda su plenitud y se puede visitar su espectacular e incomparable Barrio de las Bodegas. Se encuentra a siete kilómetros de Haro, Capital del Rioja, y linda con los municipios de Ollauri y Briones. Localidades muy recomendables para conocer y en las que podemos encontrar una amplia oferta de bodegas centenarias de vino de Rioja y otras que son referencia en el mundo del vino, en las que además de disfrutar visitándolas se pueden degustar excelentes vinos como, por ejemplo, Bodegas Valenciso (haz clic para ver post).
En esta particular casa rural, El Mirador de Eloisa, se puede elegir desde una suite con jacuzzi y terraza a una cómoda y preciosa habitación en planta baja, donde antiguamente se almacenaba el grano que recogía el abuelo Celestino. Un salón con chimenea y cocina integrada ofrece un espacio para el momento del desayuno, para una buena y relajada conversación, para el descanso…
Y aunque la transformación de esta casa labriega ha sido integral, Elena ha conservado la esencia de lo que fue. Es como si hubiera renovado cada estancia dando luz a sus recuerdos. Por eso a cada habitación le ha dado nombres que hacen referencia a las zonas de labranza que en el pueblo todos conocen, Mayurita, el Abejal, Valpierre… Consigue transmitir a sus huéspedes la esencia de lo que fue. En una vitrina expone utensilios del campo y ha conservado las paredes de piedra de la planta baja donde estaban las cuadras (lugares para criar animales o almacenar grano).
Una acogedora casa rural que mantiene la esencia de lo que fue
Elena ha cumplido un sueño en el que siempre creyó. Después de trabajar durante 15 años en las labores administrativas de una bodega centenaria de La Rioja, vio la oportunidad de comenzar este proyecto junto a su marido, Juan, que le ha permitido al mismo tiempo hacer algo que le gusta y mantener la casa familiar donde atesora los recuerdos de niña.
Un orgullo que se le ve en los ojos cuando explica que el papel pintado de un baño en el que se ven bicicletas es porque su abuelo venía a ver a su abuela pedaleando una bici o que se llama el Mirador de Eloisa por su abuela Eloisa, cuyo mirador se ve desde la casa rural, o la puerta de entrada que ha conservado y que cuenta con más de 200 años o la vieja alacena que ha restaurado porque le recuerda a… Ha cuidado cada detalle con gusto y sencillez, sacando partido a cada pared, a cada pequeño espacio o rincón para conseguir mantener el carácter auténtico de la casa.
Elena y su marido, Juan, han evitado diseñar habitaciones convencionales y han preferido adaptarse a las singularidades que les ofrecía la casa para conseguir mantener su personalidad. Las ventanas, pintadas de azul, es un guiño también a sus otros abuelos de raíces vascas que tenían el mar Cantábrico como paisaje. En fin, un proyecto ilusionante que tras un año de trabajo ha visto la luz. Dice Elena que lo que más le gusta del proyecto es que no hay lugar para la rutina. Cada día es diferente, porque escuchar las historias de sus clientes hace que todos los días sean únicos. La experiencia, asegura, es muy positiva. Sus clientes son casi siempre parejas, pero en verano la alquilan a familias. Para cualquiera de las dos opciones El Mirador de Eloisa es una magnífica elección.
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